29 de abril de 2024

…»siempre preferiría luchar contra un dragón antes que contra un fantasma…»

Encuentro necesario exponer un fragmento del libro Hasta los cojones del pensamiento  positivo. escrito por Buenaventura del Charco Olea, cito un párrafo:

 “Con frecuencia, cuento a mis pacientes que, si viviera en un mundo tipo el señor de los anillos, siempre preferiría luchar contra un dragón antes que contra un fantasma, porque el dragón tiene forma y cuerpo y, por  lo tanto, un fantasma, es imposible de matar”. 

Dicho párrafo me incentiva a reflexionar:

A mi parecer sería imposible de alcanzar. Sería lidiar con algo sin forma, imposible de aprehender, de entender, pero que nos afecta. Da por hecho la frustración, la incomprensión y la impotencia que experimentamos al lidiar con una situación así. Visualmente lo podríamos comparar con “Dar palos de ciego en un desierto” refiriéndome a dar palazos, hablando metafóricamente, a guiarnos por nuestros impulsos y representando lo inalcanzable a intentar tocar algo a palos, en el desierto.

Aún así, maticemos: ¿por qué nuestro entendimiento no podría alcanzarlo, si es nuestro mismo entendimiento el que lo ha llamado “fantasma”? Quizás sí que haya algo alcanzable. Normalmente solemos nombrar las cosas que nos rodean, sin darnos cuenta de que después de ese nombramiento, a veces instalamos la palabra impuesta a la cosa nombrada. La dejamos ahí, clasificada. Y con el tiempo, de vez en cuando, nuestra agudeza las fusiona. Fusiona la cosa, con nuestra interpretación momentánea del objeto. Pero se ha de tener en cuenta que la interpretación puede cambiar, variar de forma y, en todo el sentido de la palabra, puede re-interpretarse. 

El autor prosigue: “numerosas investigaciones científicas desde diferentes ramas de la  psicoterapia han demostrado que cuando un problema o situación es vaga, ambigua o imprecisa,  genera mucho más malestar y, sobre todo, ansiedad que un problema definido, incluso aunque a  veces este sea peor. La incertidumbre y la sensación de no entender lo que pasa nos arrebata  cualquier percepción de control o capacidad de respuesta, y eso es de lo más ansiógeno que existe”. 

Quizás de ahí venga la necesidad casi compulsiva de utilizar etiquetas para todo lo que nos pasa o lo que pasa a nuestro alrededor. 

Coincido, en base a la necesidad de hablar y poner palabras a las cosas, debido a que, al hacerlo las convertimos en algo real y, por lo tanto diría que posible de alcanzar. Sería algo así como ver ese conocido fantasma de sábanas blancas con sus dos orificios; dejando a la vista sus ojos, al igual que su cuerpo.

Ahora bien, creo también, que coincido con que es necesario aprender a gestionar la incertidumbre. Porque en muchas situaciones no siempre tenemos la oportunidad de poner nombre a las cosas, por ejemplo una situación médica, donde el diagnóstico se puede demorar en el tiempo y, entonces, nos encontramos lidiando con algo en lo que, aparentemente, no podemos intervenir. No hay diagnóstico, no hay etiqueta, no hay nombre para ello. Sin embargo, y más allá de que uno en principio no pueda resolver, hay otra cuestión que se evidencia y produce un malestar aún peor. Y hablamos ahora de la ansiedad. Una cuestión que se deja en un plano secundario, cuando en realidad también es importante contar con este factor que responde a un trabajo personal íntegro que normalmente se mantiene a la sombra de la intervención. 

Algo así  como un becario y el jefe. El becario elegiría el lugar para plantar la semilla, llenaría la zona de  sustrato, humedecer la tierra y desde el principio, tendría las semillas germinando para que cuando  llegue el momento, el jefe las recoja y las meta en el agujero. Si las condiciones previas a la plantación de la semilla no son idóneas, la planta raramente crecerá y todo el proceso será inefectivo. Lo mismo pasa si, a la espera de los resultados médicos, el  paciente se encuentra sin cuidados, estresado y experimentando una gran ansiedad. 

De acuerdo a cada situación, uno siempre puede hacer. 

Un paciente que carece de acompañamiento afectivo, que se encuentra o se siente solo frente a una posible enfermedad y que no ha aprendido a gestionar la ansiedad, sentirá mayor dificultad para seguir adelante. Un diagnóstico, genera tensión, incertidumbre, preocupación, es un impacto que a la hora de recibir dicha información, tanto la comprensión del mismo como su respectivo tratamiento se verán condicionados contradictoriamente (de una manera contraindicada?) por su respectivo estado emocional y personal. 

Es en este punto que sostengo que resulta imprescindible sacar a la luz un trabajo de elaboración psicológico. Que otorguen al cuidado psicológico el tiempo y  la importancia que merece, y no desde las sombras, sino lograr hacer reflexionar que la salud se alimenta tanto de la parte física como de la psicológica. Porque si uno de los dos decae, ese paciente no podrá alcanzar su máximo bienestar. 

Un reflexión de Olatz Jaio. Psicóloga. Colaboradora en el equipo de Hitzez.

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