12 de febrero de 2025

Una versión, de la depresión.

Un día llegaste.

Empobreciste todo mi yo.

Pero no te alcanzo e invadiste todo mi alrededor.

No conforme me dejaste sin palabras, sin ánimo ni sonrisas.

Así empezó todo, como sin querer sin darme cuenta.

¿Cuándo fue? No sé decir, pero al final sentí que una sombra había caído sobre mi yo.

Poco a poco comencé a desfilar de profesional en profesional. Donde cada uno daba su versión de los hechos, con largas y confusas explicaciones que intentaban definirte ¿Y que hay conmigo, alguien hablada de que me pasaba a mí? ¿De que necesitaba yo en ese momento? ¿De porque pude haberte dejado entrar?

En silencio y a mi lado supiste hacerte un lugar. Pero ni lerda ni perezosa, lograste que comenzara a des-investir aquellos lazos que me sostenían: por ejemplo en el trabajo con los compañeros. Luego también sin prisa pero sin pausa te has ido filtrando como el agua en la grieta, en ese circulo que parecía imposible de derribar, los amigo, que contra viento y marea siempre intentaban estar. (Luego con el tiempo comprendí que en realidad era yo quien no soportaba estar, y me aleje.) Y ya para cuando me di cuenta habías desatado hasta los lazos familiares y de mí no quedaba nada. Ni la mirada. Que con tanta razón la gente señala como perdida. Pues como no iba a estar perdida, si ya nada era igual.

Igual. Tampoco quería que sea igual ni como antes, después de todo por algo te había dejado entrar.

Cuando pierdes los lazos que te unen a tus seres queridos, la vida comienza a pasar sin ese tiempo que oficia de brújula, que te apura cuando te esperan, que extrañas cuando pasa, que al final del día te encausa. El tiempo había quedado suspendido. No encuentras sentido.

La tristeza tan egoísta como narcisista se cree que puede abrazarte mejor que nadie, razón por la cual te aísla. Solo con el paso de tiempo… ves que algo puede que no este bien.

Pero conforme tu te apagas ella se enciende y la misma incomodidad te hace sentir cómoda porque sospechas que moverte podría ser aún peor. Y ante la duda allí te quedas, no sola claro. Sino con ella y todas sus variables que te acompañan donde vayas.

Silenciosa.

Te aprovechaste sin pensarlo, todavía me pregunto ¿en que estaba pensando yo para dejarte entrar? Porque deje que me endulzaras, cuando dicen que el azúcar es malo en cantidad.

Hay un clic que todavía me cuesta, aunque de a poco de ti me fui alejando fui entendiendo al menos hoy que la puerta te la abrí yo ¿Qué si me obligaste? Aún no lo tengo claro. Pero lo tendré. ¿Qué si te dejaría volver a entrar? Pues espero que no. Eres un lobo con piel de cordero, pero estoy aprendiendo a darme cuenta, a no caer en tus garras.

La soledad puede ser un medio pero no debería ser un fin en sí mismo, allí uno encuentra muchas cosas con las que entre-tenerse aunque no lo parezca. Piensa, pero lo hace de una manera cual ratoncito de laboratorio, entra en bucle.

Por momentos se parece a un refugio donde la paz, la calma y el silencio te envuelven dándote un respiro. Tu tensión baja, pero también lo hacen tu animo y tu energía ¿Te sientes a gusto? Pues al principio todo parece indicar que sí. Sin embargo, luego en realidad lo único que haces es renunciar, ceder en el deseo.

Muchos advierten sobre ti y tus artilugios para engañar. Tu nombre resuena en los medios de comunicación. Estas presente en el lenguaje de muchos profesionales de la salud, y otros.

De ti algunos creen saber, otros por miedo y ante la duda consultan. Y yo…yo entendí que tu sin mí, no eres nadie. Que tu, por ti misma no eres nada, en el mejor de los casos solo quizás un mal recuerdo, una mala palabra.

Pero claro, te han dado tanto poder que ahora ¿Cómo desarmarte? ¿Cómo hago para creer que yo puedo contra ti? ¿Cómo pensar que si encuentro palabras para explicarte podría desarmarte?

Porque yo cedía y tu avanzabas con ese talante mortífero y ensordecedor que te caracteriza.

Sufrí. Sin embargo, más sufrieron los otros que me acompañan. En esos tiempo me quedé ciega, sorda y muda. Yo estaba en mi mundo regocijándome sin saberlo.

Por suerte todo esto en el mejor de los casos no te lleva toda la vida, aunque sí a veces buena parte. Te lleva hasta que comienzas a tomar la palabra, hasta que te animas a recuperar aquello que fue lo primero a lo que renunciaste, hasta que empiezas a pensar por ti misma.

Hasta que te animas a dejarla, no sin enfrentarla.

Hitzez Psikologia.

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