13 de mayo de 2024

El hombre en busca de sentido. de Victor Frankl

“Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. Victor Frankl.

Viktor Emil Frankl, nacido en Viena a comienzos del siglo XX en el seno de una familia judía, llegó a ser uno de los hombres más carismáticos de ese siglo, no solo como médico psiquiatra, neurólogo y filósofo, sino también como persona, por su calidad humana, sus aportes científicos y su testimonio de vida. 

Una reflexión de Olatz Jaio.

El hombre en busca del sentido es el estremecedor relato en el que Viktor Frankl nos narra su experiencia en los campos de concentración.

Durante todos esos años de sufrimiento sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda, absolutamente desprovista de todo salvo, de la existencia misma. Él, que todo lo había perdido que padeció hambre, frío y brutalidades que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado pudo reconocer que pese a todo, la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles. En su condición de psiquiatra y prisionero, Frankl reflexiona con palabras de sorprendente esperanza sobre la capacidad humana de trascender las dificultades y descubrir una verdad profunda que nos orienta y da sentido a nuestras vidas.

La logoterapia método psicoterapéutico creado por el propio Frankl, se centra precisamente en el sentido de la existencia y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre que asume la responsabilidad ante sí mismo, ante los demás y ante la vida. ¿Qué espera la vida de nosotros? ¿Y nosotros de la vida?

El hombre en busca de sentido es mucho más que el testimonio de un psiquiatra sobre los hechos los acontecimientos vividos en un campo de concentración, es una lección existencial. Traducido a medio centenar de idiomas, se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo. Según la Library of Congress de Washington, es uno de los diez libros de mayor influencia en Estados Unidos.

Frankl me ha enseñado varias cosas. Me ha enseñado que la esperanza del ser humano puede llegar a ser la única vía de escape para no terminar acabado, porque perder la esperanza puede desencadenar en un trágico final. El estado de ánimo, enlazado a un sentimiento desesperanzador o de profunda soledad, la vida sin sentido puede marchitarse. Por ello a lo que intentamos aspirar es a mantener, sostener la esperanza. Proteger nuestro mundo interior para poder proteger así nuestro cuerpo.

No necesitamos más de lo que tenemos y no tenemos más de lo que necesitamos. Buscar nuestro propio sentido de la vida podría ser gratificante para todos. Incluso para los que no lo quieren encontrar. A veces, con el sufrimiento profundo es cuando más se aprende. Lo único que hay que tener como certeza absoluta, es el poder propio a la resiliencia. Es entonces cuando el camino se hará sólo. O mejor dicho, solo tú lo harás posible.

Siempre me decía a mi misma que el hecho de querer ver a alguien, o de querer estar con alguien por última vez, o de querer acabar un trabajo profesional, no valían como fuerza reales para obligarse a uno mismo a vivir. Que uno mismo, tarde o temprano, vería que perseguir esos objetivos no era más que fruto de los demás, que de uno mismo. Me equivocaba. Cada uno elige cómo quiere terminar y como no, y todas las opciones son válidas ya que es tu propia vida la que cuenta. Cada uno trata de arreglarlas como puede y como quiere. Pero ahí es donde reside la diferencia. El querer nos lleva a un espacio tan amplio y caprichoso que nos veda los ojos y no nos deja ver lo que de verdad importa. El hecho de hacer lo que uno puede, donde sólo hay varias opciones limitadas y el criterio de cada uno, nos hace ver lo que de verdad queremos ya que, en ese momento, no podemos. Y aquí, retomo el planteo que hace Frankl sobre el sufrimiento, para pensar que hay una enseñanza, a pesar del dolor, a pesar de su marca. No necesitamos de la alegría para saber que lo que hemos hecho nos permite esa misma alegría. Partimos de algo que ya es sabido. Sin embargo, a veces en el sufrimiento, nuestro horizonte se amplía y nos permite ver cosas que desde la alegría no veríamos. Aprendemos a transformar la ira, aprendemos a manejarnos con la tristeza, y al conocer la soledad nos conocemos a nosotros mismos, como seres humanos. Que simplemente, buscan un sentido para la vida. 

Olatz Jaio. Psicóloga. Colaboradora en el equipo de Hitzez.

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